lunes, 31 de marzo de 2014

PRESTA ATENCIÓN A TU CUERPO!!


El impacto que nuestros problemas o dificultades emocionales y sociales tienen en el cuerpo, es tal, que incluso muchas enfermedades conllevan un tratmiento no solo médico sino PSICOLÓGICO.

La fibromialgia es uno de estos casos, incluso es conocida como la "enfermedad de las emociones contenidas". Así, la fibromialgia es un trastorno prevalente en la población femenina en un porcentaje diferencial de 90% al 10% en relación con los varones. Por lo general, estas muchas mujeres y pocos hombres tienen en común una forma de afrontar la cotidianidad que suele ser un factor que favorece el aumento de los dolores y el padecimiento psicológico. Se sienten personas incomprendidas y en fácil que entren en conflicto con las personas que les rodean.

La baja autoestimas cohabita con la fragilidad física, y es más habitual de lo deseable que no sepan cuáles son sus propias necesidades, intentando constantemente satisfacer las necesidades de los demás antes que las suyas propias.

Los dolores que provoca la enfermedad tienden a provocar agresividad y ansiedad por la sensación de impotencia que subyace a la percepción del dolor, si bien con técnicas de relajación y respiración existe evidencia de una disminución de la prevalencia del mismo. Un elemento de desajuste psicológico característico de este trastorno es la acumulación de conflictos emocionales de rabia y tristeza al sentirse incomprendidas, impotentes, no ayudadas, que aumentan la situación de estrés, pérdida de concentración y de memoria, pero sobre todo, distanciamiento emocional de los seres queridos.

Que nuestro objetivo siempre sea tener una relación sana con uno mismo. Dándonos cuenta, del papel activo que tiene uno mismo en la construcción de su propia vida.

jueves, 16 de enero de 2014

LAS TRES "R" EN TU VIDA



El respeto y la responsabilidad son los dos conceptos básicos, dos palabras que pueden definirse de diferentes maneras y según se definan establecen dos formas de actuar y comportarse diferentes, ambos guían parte de nuestras conductas y la valoración moral que realizamos de las conductas propias y de los demás.
El respeto es un valor que permite que el hombre pueda reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos. Es decir, el respeto es el reconocimiento del valor propio y de los derechos de los individuos y de la sociedad. Implica miramiento, consideración y deferencia.

Y ¿cómo podemos fortalecer el respeto?
Miremos con respeto a todas las personas que se cruzan en nuestro camino detengámonos unos segundos para saludarlas, mirémoslas a los ojos y deseémosle un buen día, o simplemente démosle las gracias con sentimiento. Deseémosle lo mejor desde el corazón.

Nadie hace cosas por fastidiar al otro; tú no sabes la situación difícil que otros pueden estar viviendo. De vez en cuando es necesario que trates de pensar y sentir como lo está haciendo la otra persona; es decir, desde su punto de vista. Extender nuestra comprensión hacia los demás, implica volvernos más compasivos.

Que alguien tenga un defecto, que diga o haga cosas improcedentes no lo condena como persona, siempre podemos recapacitar o cambiar nuestra actitud o comportamiento. Por lo tanto, no rechaces, discrimines o maltrates a otros porque no hacen lo que tú deseas o esperas, ten más paciencia y comprensión.

Sólo somos diferentes en lo personal. Llegamos a este mundo con limitaciones y condiciones más o menos difíciles para superar, resolver y de las cuales aprender, en eso radica todo. Acepta a los demás con sus defectos y cualidades sin juzgarlos con ligereza.

Cuando vivimos con respeto hacia los demás, nos volvemos más tolerantes, pacientes, comprensivos, cumplidores y responsables de nuestra participación en el mundo, y cuando nos volvemos respetuosos de nosotros mismos, establecemos límites con seguridad, nos valoramos más y confiamos en nuestra capacidad.

martes, 7 de enero de 2014

LIBÉRATE DE TUS CREENCIAS LIMITANTES



Una creencia es el sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Es una afirmación personal que consideramos verdadera, por ello muchas veces afectan a la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de las cosas y situaciones que nos rodean.


Las personas tienden a considerar que sus creencias son universalmente ciertas y esperan que los demás las compartan. No se dan cuenta que el sistema de creencias y valores es algo exclusivamente personal y en muchos casos muy diferente del de los demás. Cuestionar una de nuestras creencias puede desestabilizar todo el sistema al afectar a aquellas otras que se derivan o están relacionadas con ella. Esta es la razón por la que somos muy reacios, en muchas ocasiones, a modificar alguna de nuestras creencias.


Las creencias se forman a partir de ideas que confirmamos o creemos confirmar a través de nuestras experiencias personales. De este modo, cuando una creencia se instala en nosotros de forma sólida y consistente, nuestra mente elimina o no tiene en cuenta las experiencias que no casan con ella.


Las creencias son una fuerza muy poderosa dentro de nuestra conducta. Es bien sabido que si alguien realmente cree que puede hacer algo, lo hará, y si cree que es imposible hacerlo, ningún esfuerzo por grande que éste sea logrará convencerlo de que se puede realizar.


Todos tenemos creencias que nos sirven como recursos y también creencias que nos limitan. Nuestras creencias pueden moldear, influir e incluso determinar nuestro grado de inteligencia, nuestra salud, nuestra creatividad, la manera en que nos relacionamos e incluso nuestro grado de felicidad y de éxito.


Por ello se dice que las creencias, pueden ser potenciadoras o limitantes. Las primeras nos ayudan y potencian la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, permitiéndonos afrontar con éxito situaciones complejas. Las segundas nos restan energía y nos inhabilitan para afrontar determinadas situaciones.


Las creencias limitantes pueden detenernos en momentos cruciales de nuestras vidas, sin embargo muchas veces estas creencias son invisibles para nosotros. Controlan muchos de nuestros pensamientos y comportamientos tras bambalinas, lo suficiente como para disminuir o impactar negativamente los resultados que obtenemos con nuestros lo que hacemos.


Esto nos lleva a pensar en la importancia de combatir nuestras creencias irracionales/ limitantes que bloquean nuestros pensamientos.


Para combatirlas, podemos empezar de la siguiente manera:

Identificando la creencia irracional que te bloquea

Luego comprueba su racionalidad,

Una vez que has llegado a la conclusión de que la creencia que te bloquea es irracional, estás preparado para refutar dicha creencia.

Entonces, sustituye la antigua creencia por una racional y actúa según ella, habrás creado una “nueva creencia”

martes, 11 de junio de 2013

EL TRASTORNO HIPOCONDRIACO




Según la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, para considerar a un paciente como hipocondríaco, éste debe estar convencido de padecer como máximo dos enfermedades graves y debe conocer, al menos, el nombre y sintomatología de una de ellas.

Aunque la sintomatología más típica de este tipo de trastorno sea la sugestiva, acompañada generalmente de una alteración negativa del estado de ánimo, no hay que descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma.
 
El perfil del paciente suele ser el de una persona depresiva e insegura de sí misma, que utiliza la excusa de estar enfermo, para llamar la atención de los demás. Este problema mental se intensifica cuando la vida de la persona gira en torno a esos males que cree padecer.

Las causas de la hipocondría son muchas y en ocasiones no se puede hacer referencia a una sola sino que estas se conjugan entre sí. Entre las causas más comunes se hallan:
  • Una educación basada en el miedo o en la protección excesiva. Usualmente, al profundizar en la historia de vida de las personas hipocondríacas, se descubre que desde pequeños tuvieron una educación hiperprotectora o un familiar cercano que manifestaba una preocupación excesiva por su salud.
  • Experiencias traumáticas relacionadas con la enfermedad o la muerte. Ya sea porque la persona haya sufrido alguna enfermedad grave o porque las haya vivido de manera particularmente intensa a través de un familiar.
  • Interpretación incorrecta de síntomas. En muchas ocasiones la hipocondría se desata a partir de síntomas que son mal interpretados. Esta persona posee cierta información médica y se asusta ante cualquier tipo de señal. Por ejemplo, puede confundir una contractura muscular en el brazo izquierdo con la presencia de un infarto o el dolor de cabeza sostenido con una hemorragia cerebral.
  • Ser particularmente sugestionable y haber recibido información alarmante sobre determinadas enfermedades. Vale aclarar que es importante estar informados sobre los síntomas iniciales de las patologías ya que así podremos diagnosticarlas a tiempo pero las personas particularmente sugestionables pueden desarrollar una actitud hipervigilante que conduce a la hipocondría. 
Normalmente es muy difícil tratar la hipocondría ya que estas personas no desean reconocer que la causa de su mal es de origen psíquico. Así, se niegan a someterse a un tratamiento psicológico. En esencia, el tratamiento de la hipocondría se basa en la combinación de los fármacos antidepresivos con la psicoterapia cognitivo conductual. De hecho, suele ser muy común que psiquiatra y psicólogo trabajen en equipo para afrontar este tipo de casos. Los medicamentos reducen el desánimo pero no son suficientes para eliminar las ideas de enfermedad pero a la misma vez, sin ellos, es difícil poder realizar un tratamiento psicológico.

La psicoterapia en sí se dirige a paliar la angustia y el miedo que sienten estas personas enseñándoles cómo enfrentar su problema. Un punto vital radica en aprender a diferenciar los síntomas reales de los ficticios.

Acerca de esto, el Dr. José Antonio García Higuera señala que el  tratamiento básico consiste en perder el miedo a estar enfermo,cuando se está sintiendo la sensación que se teme. Pues a veces es el propio pensamiento de estar enfermo que genera un miedo y una angustia muy grande, lo cual genera la sensación que se teme y se interpreta como enfermedad. Esa angustia es una sensación desagradable e inexplicable que genera más miedo. De esta forma, la propia ansiedad asociada al pensamiento de estar enfermo se convierte en un disparador de los miedos a la enfermedad. Se establece así un círculo vicioso en el que el miedo a la enfermedad causa unas sensaciones que son a su vez interpretadas como enfermedad. Otras veces, al intentar eliminar la sensación temida se potencia.

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